Por Pablo Echenique (@filechenique), Aspen Fellow.
Aquella noche, en el Parador del Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, donde Aspen Institute España celebra cada año su seminario sobre «Justicia y Sociedad», que ahora probablemente lleve su nombre para los restos, hablamos largo y tendido sobre las canciones de Leonard Cohen. En concreto sobre una, You Want it Darker, que es de las últimas y en la que el viejo trovador de Montreal se interroga con un interlocutor desconocido sobre asuntos profundos de la naturaleza humana. «I am ready my Lord». El aldabonazo de la muerte de Antonio Hernández-Gil me sobrevino conduciendo camino del campus de IE University en Segovia, y por esas cosas de la vida, mi Spotify me seleccionó esa precisa canción durante el trayecto.
Tuve el privilegio de tratar con Antonio en algunas ocasiones, siempre en el marco de Aspen Institute, institución a la que honró aceptando ser uno de nuestros fellows. Abrumaba con su oceánico saber siempre con esa límpida sonrisa, mezcla de timidez y sagacidad. A mi me hubiera gustado pasear por el Palacio de La Granja durante los próximos veinte años al lado de él. Escuchando. Aprendiendo. En un mundo de ruido insoportable y polarización peligrosa, la voz de Hernández-Gil resplandecía sosegadamente. Como hablan los verdaderos sabios.
Ayer le recordamos emocionados ese grupo de amigos que somos los fellows de Aspen Institute España. Amigos con enormes alas capitaneados por nuestro Secretario General, José María de Areilza Carvajal, que es el verdadero artífice de esa ciudad luminosa sobre una colina.
Antonio leía en griego clásico nuestros textos filosóficos, pero no alardeaba de ello. «¿Así que, además, tocas la guitarra?», le pregunté en una de nuestras veladas, en tiempos sombríos de alzamiento en Cataluña. Esta noche, en el albero de la Real Maestranza de Ronda sonarán clarines tocando a duelo.